Consideramos que una Europa fuerte, con una voz única en Economía, Defensa y Exteriores, es la mejor opción para las Sociedades Europeas. No tiene sentido que en las reuniones del G20, China, Rusia, India y Brasil vayan con una única voz y que Europa aparezca con cinco voces diferentes, que al ser cada una de ellas por separado económicamente débiles y políticamente irrelevantes, nos llevan a que las grandes decisiones mundiales se tomen sin tener en cuenta la voz de Europa, que por otra parte realmente no existe.
El gran obstáculo para una Europa unida, y por lo tanto fuerte, son los gobiernos nacionales, que en defensa de sus intereses políticos y a costa de los intereses de sus ciudadanos, se empeñan en entorpecer dicha evolución justificándose en razones patrióticas. Nuestras Sociedades deben reflexionar sobre, si los asuntos locales son responsabilidad de las regiones (Autonomías) y los asuntos como Economía, Defensa y Exteriores deben ser responsabilidad de Bruselas, como así esta ocurriendo paulatinamente, ¿Qué nos aportarán los Gobiernos Centrales?. La alternativa que tenemos los ciudadanos, es trabajar por la Europa de las Regiones en las que cada una de ellas este representada en el Parlamento de Bruselas. Esto nos lleva a la desaparición de los Gobiernos Centrales, tal y como ahora los conocemos. Cada vez que expongo este criterio, se me contesta, que no se aceptará la desaparición de la unidad de España. Los que así reaccionan confunden la cultura nacional con el sistema político de Administración Pública, además de estar influenciados por las manipulaciones históricas de las proclamas patrioticas de los dirigentes nacionales, que a lo largo de los siglos, en defensa de sus intereses, han llevado a sus pueblos a sufrir terribles penalidades. Ya se vivió la contestación ciudadana en la guerra del Vietnan lo que ha llevado a los gobiernos a promover ejércitos profesionales, dado que los ciudadanos ya no estamos dispuestos a seguir ese tipo de proclamas. Debemos distinguir la unidad política de la unidad cultural. Esta última, que es el verdadero motor de la unidad nacional, afortunadamente no depende de los políticos, sino de los ciudadanos, que en el seno de la familia, son los garantes del traspaso de nuestros valores culturales de padres a hijos, y que en ningún caso se van a ver afectados por un cambio en el sistema de unidad política. Los ciudadanos debemos tener claro que nuestra nación es un patrimonio cultural e histórico de nuestra Sociedad y no de los políticos, que cualquier evolución de nuestro sistema de Administración Central que realicemos, en pos de una mejora en el bienestar nacional, en ningún modo afectará a nuestra unidad nacional como ente cultural.